Nuestro bienestar depende de la tríada formada por: las emociones, los pensamientos asociados a ellas y nuestra actitud al respecto. Su equilibrio es complicado y muchas veces olvidamos o desconocemos su funcionamiento.
Los seres humanos experimentamos diversas emociones, pasiones, afectos, sentimientos: rabia, frustración, tristeza, inseguridad, miedo, culpabilidad, vergüenza… también experimentamos alegría, satisfacción, amor, serenidad… Algunas son agradables y otras no tanto. Sin embargo, es importante saber que todas las emociones tienen una función adaptativa.
Si aprendemos a atender a nuestras emociones, éstas nos aportarán información valiosa sobre el impacto que tiene una situación determinada sobre nosotros, más allá de los condicionamientos sociales, familiares o personales.
Las emociones son nuestra reacción espontánea a lo que nos acontece y están conectadas con aspectos de nosotros mismos de lo que es posible que no seamos conscientes: deseos, necesidades, motivaciones.
Aquellas emociones que nos hacen sentir placer, satisfacción y bienestar producen recompensas inmediatas en nuestro cerebro. En cambio, las que nos generan malestar producen una tensión puntual asociada a un nivel de alerta determinado y, si se mantienen sostenidas en el tiempo, desembocan en estrés, ansiedad e incluso depresión.
Todos tenemos filtros a través de los que percibimos nuestra realidad. Ante un mismo evento, puede que varias personas conecten con distintas emociones y pensamientos. Esto depende de su forma de ser de cada uno, de su educación, de las experiencias de vida que han acumulado, de sus vivencias traumáticas, etc. Y, es a través de estas gafas con las que percibimos el mundo, que se producen nuestros pensamientos, que a su vez influyen en nuestra manera de sentir.
Aprender con curiosidad y amabilidad
Las emociones nos empujan a la acción, aunque el resultado muchas veces no sea de agrado para nuestra mente racional. A menudo existen diferencias entre lo que necesitamos y lo que el entorno espera de nosotros.
El aprendizaje pasa por aprender a reconocerlas, comprenderlas, aceptarlas y darles espacio de una manera sana. Relacionarnos con ellas desde un lugar de curiosidad y atención a lo que nos están informando de nosotros mismos. Para eso el primer paso es “escuchar”, estar presentes y ser amables con lo que escuchamos.
Tomar consciencia de nuestras emociones es un paso importante y necesario para no vernos desbordados por ellas. A veces, podemos encontrarnos ante situaciones en las que no comprendemos lo que nos pasa y no llegamos a entender por qué nos estamos comportando de manera contraria a lo que quisiéramos. Las emociones orientan nuestra conducta, a veces en una dirección inesperada. Son un registro de aquello que nos causa impresión de lo que nos rodea y el resultado de la interacción con el resto del mundo. Son un instrumento que nos permite evaluar nuestra propia experiencia y de qué manera ésta nos afecta.
Detente por un momento, para, deja de hacer todo lo que estás haciendo. Respira. Déjate caer en tu propio cuerpo, concéntrate en tu respiración. Al inhalar, entra el aire por la nariz, y al exhalar sale el aire por la boca. Cuando tomas consciencia de tu respiración, conectas con el presente, le das espacio a lo que está pasando aquí y ahora. Si eres consciente de que tus pensamientos son capaces de secuestrar tu concentración, puedes jugar a quitarles un poco de importancia. Los pensamientos van y vienen, puedes observarlos con curiosidad pero sin distraerte en ellos, es curioso que si observas parece que la mente tiene vida propia, obsérvala sin juzgar y deja que se paseen los pensamientos, mientras tú vuelves a llevar la atención amablemente a la respiración, restando importancia por un momento a la producción de pensamientos de nuestra mente.
Cuando conectas con tu respiración, conectas contigo mism@, es como dejarte caer dentro de ti, escuchar qué te está pasando y conectar con eso que necesitas aquí y ahora.
Cuando conectamos con nuestras emociones, dejando de lado nuestras maniobras para controlarlas, es cuando conseguimos acercarnos a nuestras verdaderas motivaciones, a lo que de verdad nos importa y a lo que necesitamos.
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